07 diciembre 2010

En la TVG. Sobre el paro de los controladores. 12.10.2010.

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11 noviembre 2010

52th St. Mark Street. By Mulberry

28 septiembre 2010

Televisión de Galicia. 26.09.2009

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Televisión de Galicia, 28.9.2010. Sobre la huelga general.

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21 septiembre 2010

Napolitanos

Los periódicos de la mañana dan la noticia de la detención en Madrid de dos de los capos más buscados de la camorra napolitana. Apenas le dedican espacio, pero sí el suficiente para anotar que la policía los esperó a la salida de una pizzería donde los dos cenaron.

Una pizzería. Luego algunos se asombran del prestigio y la dignidad con que los hombres de la mafia se mueven por el cine y la literatura. Un tipo capaz de poner fin a su carrera por una pizza es él sólo una novela, o un oscar. Un uomo d’onore mantendrá las cejas rectas mientras te agujerea el aparato digestivo. Pero si le asomas a la nariz unas hojas de albahaca, amigo, se te viene abajo.

21 marzo 2009

Conspiraciones

Han venido a coincidir más o menos en el tiempo dos acontecimientos que mis circuitos neuronales han asociado gracias a la inestimable ayuda del ególatra Pedro J. Pocos días antes de cumplirse el quinto aniversario del 11-M, en un Juzgado de Valencia rinden cuentas uno de los padres de las llamadas niñas de Alcasser y otras personas, entre ellas una presentadora de televisión, a quienes el Fiscal pide varios años de cárcel acusándoles de delitos de injurias y calumnias cometidos contra los responsables de las instituciones que investigaron y juzgaron aquel suceso desgraciado, sobre quienes vertieron acusaciones graves, llegando incluso a vincularles con el asesinato y sus autores.
Es fácil entender a aquel padre -no al circo de ratas que lo rodeó- y muy difícil juzgarlo. El sufrimiento le impidió admitir que el crimen que se cometió con su hija y sus amigas se debió al azar miserable de encontrarse donde no debían cuando se cruzó con ellas aquel sujeto. No podía ser. Su dolor no era compatible con tan sencilla explicación. Tenía forzosamente que haber existido una trama, una confabulación al menos tan grande como su vacío, con jueces, policías, autoridades y otros poderes implicados, primero en los hechos y luego en su ocultación. Una gran conspiración.
Yo tardo dos minutos en crear una conspiración e involucrar a mi hermano en el robo del monedero de mi madre. Verán: ¿por qué mi hermano llevó ese día en coche a mi madre cuando ella solía ir en autobús? ¿por qué mi hermano le dijo que el bolso que llevaba le gustaba mucho, a pesar de que su cremallera estaba estropeada? ¿no es mi hermano abogado y conoce a dos carteristas por defenderlos en el turno de oficio? ¿cómo es que la denuncia que puso mi madre se turnó al Juzgado 3, cuando todo el mundo sabe que el Secretario fue compañero de carrera de mi hermano? ¿qué tuvo el Secretario que ver con que las diligencias se archivasen "por falta de autor conocido"? ¿con qué pagó mi hermano sus vacaciones en Mojácar? Puedo seguir ad infinitum y, si me lo propongo y sin esfuerzo, abrir nuevas líneas y llegar hasta Ronald Reagan, los herederos de Cánovas del Castillo, el bajista de Leño o involucrarle a usted.
Todas esas preguntas, propias del peor periodismo, tienen respuestas sencillísimas, anecdóticas. Tanto que, por más que sean ciertas, no pueden abrirse paso frente al peso de una conspiración. Lo mismo pasa con los interrogantes que lanzan todas las mañanas al vacío los diseñadores de la teoría de la conspiración sobre los atentados del 11 de marzo.
Las acusaciones que lanzaba el padre de Alcasser, por las que puede penar varios años, son pompas de jabón al lado de lo que durante todos estos años se ha dicho y escrito desde la COPE, el Mundo o Libertad Digital sobre el Intructor, la Fiscal, la policía judicial, la UCO, la Guardia Civil, el Ministerio del Interior, los forenses, los químicos, los artificieros, y quién sabe cuánta gente más. A todos les han acusado de manipular pruebas, de mentir, de servir a intereses bastardos. Algún estudio ha señalado que en la conspiración del 11-M habría, entre todos los aludidos y sus cómplices, varios miles de personas, cada uno de su padre, madre y profesión.
La teoría de la conspiración nació el día que el Partido Popular perdió las elecciones de 2004. Si las hubiera ganado, como todo el mundo, absolutamente todo el mundo -analistas políticos incluidos- pensó hasta las 22.00 horas del 14 de marzo, ni conspiración ni farrapo de gaita. Pero no fue así.
El shock sufrido por la extrema derecha fue tal que, como ocurrió al padre de Alcasser, no podían explicárselo con algo tan sencillo como que veinticinco millones de españoles, por las razones que a cada uno viniesen a cuento, fueron a votar y dieron la victoria a la oposición, como tantas otras veces. No -pensaron-. A la derecha no la pueden echar los votantes. Sólo puede hacerlo una concatenación de fuerzas hispanofrancovascomarroquíes a las que el electorado sirve como lo haría un tabor de regulares a Franco.
Como el atentado provocó un "vuelco" electoral (como si hubiese unas elecciones el día 10 de marzo y otras el 14), el atentado se cometió para provocar un vuelco electoral. La estupidez a veces no parece tener límite. Si alguien preguntase a veinte de los más importantes centros de estudios internacionales sobre de qué modo en una democracia occidental puede cambiarse repentinamente la tendencia electoral hacia la oposición, lo último que le aconsejarían sería perpetrar un gran atentado. Porque lo que estaba escrito y estudiado era que el efecto sería justamente el contrario. Así pasó en Estados Unidos, Australia, Gran Bretaña y así pensaron los españoles que iba a ocurrir. Baste recordar el grado de sorpresa con que se interpretó un resultado para el que se carecía de guión aquella noche.
Si es fácil organizar -en el papel- una conspiración entre mi hermano, un carterista a sueldo, el Secretario de Juzgado y un funcionario de policía para evitar que se llegue a saber quien le robó el monedero a mi madre (es decir, el primer raterillo que pasaba por allí, que vió el bolso abierto y del que nunca más se supo), qué no se podrá construir sobre los miles de datos del 11-M. Pero es lo mismo. Solo que construido sobre una gran tragedia, sobre la que esta facción de irresponsables paranoides vierte sal cada mañana. Todo porque la derecha -la derecha extrema de Aznar, Rajoy mediante- perdió aquellas elecciones.
La última. Dicen saber de buena tinta -ojo, sus fuentes nunca existen, y lo que dicen no pude corroborarse jamás- que uno de los autores materiales, Jamal Zougam, la noche antes estuvo en un gimnasio haciendo deporte hasta altas horas. Pedro J. con su petulante candor, explica que estuvo 'haciendo sus ejercios, sus tablas, como tantos días'. Ni estaba montando bombas ni es un comportamiento propio de quien va a cometer una carnicería al alba. Pero la policía se llevó la información que lo corroboraba. Ergo la instrucción, el juicio y la sentencia son una pantomima y no sabemos nada y bla, bla, bla... Y se quedan francamente bien.
No dicen que varios testigos lo identificaron primero ante el Juez de Instrucción y luego ante los tres magistrados de la Sala de lo Penal, con su abogado delante, como uno de los autores materiales. Y que eso basta para condenarle. Sin contar los centenares de indicios que existían en su contra. Algo tan sencillo de explicar no es suficiente.

15 diciembre 2008

Estampa de Noia

Cierto amigo me llama para relatarme una escena que presenció junto a la alameda de Noia no hace mucho. Mi amigo pasaba por el lugar y llamó su atención un grupo de personas, entre las que contaba dos conocidos, que, al término de una manifestación, pedía en voz alta la dimisión del Alcalde, incluso con ayuda de un megáfono.
Vaya cosa me cuentas, le dije. Pedir la dimisión de un cargo es tan cotidiano como las lluvias de abril. No es eso, me respondió. Lo curioso, lo que llevó a mi amigo a quedarse disimulado entre el grupo, es que el Alcalde en cuestión estaba allí, a pocos metros, cruzando la mirada con la de aquellos vecinos. ¿Y qué hacía? -le interrogué-, ¿hablaba con ellos? ¿se interesó por su problema? ¿les propuso una reunión? No hacía nada –me dice-, si acaso gestos de cierta autosuficiencia mientras hablaba por el móvil.
Uno de los concentrados se destacó sobre los otros y le dijo al Alcalde que se avergonzaba de que el partido en el que su padre militaba cuando eso era delito tuviese cargos como él y otra le espetó que no era merecedor de ser Alcalde de aquella villa.
Qué corrección en el cabreo –es lo único que se me ocurre-, ¿para contarme esto me has llamado? Verás, el caso es que se presentó un Policía Local y el Alcalce le dice: me identifica al ‘pelao’ de allí atrás y a la del megáfono. Como lo oyes. Venga ya -me río-, esto lo has visto en el capítulo de ayer de los Alcántara. Como mi amigo insistía no tuve más remedio que creerle, y cuando ya me despedía, con deseo de buenas fiestas incluido, me informó que el motivo de su llamada era pedirme que defendiese a sus dos conocidos de aquel grupo.
¿Defenderles de qué? –me extraño-. Para mi estupor, mi amigo me cuenta que al pelao, a la del megáfono, al que le acusó de deshonrar la memoria política de su padre, a la que le dijo que no merecía la alcaldía y a sus dos conocidos el Alcalde los denunció por aquello y van a ser juzgados en pocos días ¿Será que le empujaron? –le pregunto-. El que más cerca estuvo de él debió quedarse a diez metros. Entonces sólo puede ser una inocentada -atajo rotundo-. Que miren bien las citaciones que seguro que están manipuladas. Estas bromas no son raras.
Le digo a mi amigo que estoy seguro, que los gobernantes democráticos están expuestos diariamente al juicio crítico de sus representados, y que desde la abolición del Tribunal de Orden Público y la entrada en vigor de la Constitución, en España una denuncia así tiene el mismo recorrido que una querella contra el sol por salir por Antequera. Días después me trajo la citación de sus conocidos para ser juzgados el 19 de diciembre. Vaya si es auténtica.
P.D. Lo que antecede es puramente real. Cualquier parecido con un guión de Berlanga o una historieta de El jueves es simple coincidencia.

29 febrero 2008

Rodríguez Devesa y la Ley Integral

Al hilo de lo que escribe hoy en la Voz de Galicia Ernesto Sánchez Pombo sobre el largo camino por recorrer hasta erradicar la violencia de género, recuerdo que cuando cursé las asignturas de Derecho Penal en la Universidad, en 1992, uno de los manuales de referencia de la parte general, recomendado, citado y a disposición de los alumnos en las salas de estudio de la Facultad, era el del profesor Rodríguez Devesa.
Por ir directo a la cuestión, para aquel probo catedrático, de cuya ciencia bebieron la gran mayoría de los juristas de este país, el hombre que viola a su mujer está exento de responsabilidad criminal porque le es de aplicación la circunstancia eximente de haber obrado en el ejercicio legítimo de un derecho, en este caso de un derecho derivado del contrato matrimonial. Había otros ejemplos con que ilustraba la definición de la eximente, pero este era el primero.
Esto, que hoy constituye aberración moral y jurídica, era una opinio iuris vista con naturalidad el año en que organizamos los Juegos Olímpicos. No recuerdo a nadie a quien le llamara la atención, ni mucho menos que lo denunciase, empezando por mí mismo. Claro que eran tiempos en los que a los programas de televisión y de radio -qué cosas tiene la memoria, Nieves Herrero- se invitaba a asociaciones de mujeres maltratadas para que debatiesen con asociaciones de hombres maltratados y en los que el deber de obediencia de la mujer al marido y la obligación de obtener su licencia llevaban apenas quince años fuera del Código Civil.
Para qué repasar lo que durante medio siglo dijeron sobre la mujer los textos españoles dedicados a la educación cívica, la familia y la urbanidad, o las cosas que decía la Iglesia, detentadora de la moral del Estado durante decenas de años y que todavía hoy no reconoce en su Código el maltrato como causa de nulidad del matrimonio. Para qué.
Como abogado, tiempo después de aquel 1.992, todavía pude ver a juezas y jueces denegar separaciones pedidas por mujeres porque no eran capaces de demostrar que su esposo estaba incurso en una causa de culpabilidad después de un proceso interminable, y absolver a hombres denunciados porque su mujer no podía probar el requisito de la habitualidad en el maltrato, o condenarlos a multas de cinco mil pesetas.
Esta ha sido nuestra cultura hasta ahora mismo. Por eso el problema, hoy, ni por activa ni por pasiva, tiene que ver con la Ley Integral contra la Violencia de Género que puso en marcha el último gobierno.
La Ley que en el año 2005 introdujo el llamado divorcio exprés, eliminó las causas de separación y divorcio, reconoció a los esposos la misma libertad para separarse que la que tuvieron para casarse, eliminó el requisito previo de la separación para poder divorciarse y los juicios de dos y tres años, y cerró el paso a los objetores de conciencia que anidan en la judicatura para que no se volviese a denegar una sóla separación por no haber sido capaz una mujer de demostrar en el tribunal que su marido la denigra.
Contra esta Ley, por considerarla destructiva de la familia (¿de qué familia?), se alzaron los obispos y, besando sus anillos, la derecha española que llenó la plaza de Colón el último diciembre, la misma que ahora mira al gobierno y le reprocha los fallos de la Ley Integral.
Deben pensar que basta una Ley para erradicar de la noche al día el gravísimo problema que sus mentores grabaron a fuego en nuestro ser social.