01 febrero 2006

Matrimonio y patrimonio

Una de las ideas-fuerza (que no argumento) que venimos escuchando del pensamiento católico conservador opuesto al reconocimiento del matrimonio homosexual afirma, basándose en razones etimológicas o lingüísticas, que la palabra matrimonio sólo puede designar la unión heterosexual -supongo que al vincularla con el latino mater-, ya que en otro caso se desnaturalizan el concepto y la substancia de la institución, se deshace perniciosamente un pilar esencial del orden social y bla, bla, bla ... hasta llegar a un punto en que dejaremos de ceder el sitio a embarazadas y ancianos en el autobús.

A nadie se le escapa que cualquiera que hubiese sido la denominación dada por el legislador a la unión homosexual paramatrimonial, quienes oponen lo anterior opondrían cualquier otra cosa. Eso es seguro. Pero sin embargo en esa originalidad etimológica elevada a categoría(¡la misma palabra lo dice!, afirman, matrimonio-mater-madre) está encerrado efectivamente su orden social. El orden social de quienes así se expresan; el orden según el cual el matrimonio es el vehículo para que la mujer para y no la unión libre y responsable de dos personas iguales en derechos y obligaciones. Un orden excluyente, separador y al gusto de curas cruzados y de la sección femenina, el mismo orden que iba a ser reventado por la ley del divorcio en 1981, gracias a la cual, por cierto, ministros de la derecha han podido cambiar de matrimonio como de camisa.

Días atrás, al redactar la apelación de una sentencia dictada en un juicio de separación, escribí algo semejante a "el cónyuge es titular de la mitad del patrimonio del matrimonio". Y viendo escritas tan próximas las dos palabras no pude evitar determe en esta reflexión. Y es que, si existe, la asociación de matrimonio con mater-madre utilizada por esta nueva inquisición, será la equivalente a la de patrimonio con pater-padre. Digo yo. Y patrimonio significa bienes y derechos, recursos y poder.

Y aquí está la clave de su orden social. El que siempre ha sido. El de la dominación. El hombre el poder y la mujer el parto. El de Rouco. El de la Concapa y los pancartistas y exaltados de nueva hora. Y el de quienes se manifiestan con ellos.

Recuerdo aquéllo que se escuchaba en las concentraciones de Loden, Cristo Rey y damas de rastrillo y caridad en 1980: si quieres divorcio, no te cases. Que no obligan, añado yo. Pues eso. Si eres heterosexual no te cases con alguien de tu sexo, que no obligan, y no des más la matraca.