13 junio 2006

Alcaraces


Debo a la dirección de la AVT el hecho de que, después de tantos años convencido, haya acabado por marcar la cruz en la casilla de la Iglesia del impreso del IRPF.

Bien mirado, nunca he negado, por evidente, la importancia de la obra asistencial promovida por la Iglesia, ni la maravilla del patrimonio que ha de custodiar, ni el valor de sus misiones ni, en el fondo, la influencia de su doctrina moral en algunas de las conquistas más altas, y de las más bajas también, de nuestra civilización.

Que este reconocimiento se plasme en la declaración de la renta o que, manteniendo la opción alternativa, el pequeño porcentaje de mi cuota pueda lleguar a convertirse en un bote de pintura para escribir Zapatero vete con tu abuelo o en el enchufe del bafle por el que todavía retumba el carpetovetónico ¡¡¡España no se rinde!!! del avieso Alcaraz en la última de sus manifestaciones, es una elección bien sencilla, la verdad.


La utilización del dolor de las víctimas y la manipulación de la solidaridad y simpatía que les dispensa el conjunto de la sociedad como estilete al servicio descarado y descarnado de una determinada intención político-electoral es un espectáculo repugnante. El que no lo quiera ver que no lo vea. La protesta sería admisible si fuese sincera. Y coherente. Pero nunca ha sido ni una cosa ni la otra. Sólo pura facción política.

¿Dónde estaban los Alcaraces en 1998, cuando Aznar declaró solemnemente que autorizaba contactos entre el Gobierno y el Movimiento Vasco de Liberación Nacional? ¿Dónde estaban cuando centenares de presos fueron movidos en dirección al País Vasco durante aquélla operación? ¿Dónde estaban cuando las cabezas de aquel Gobierno se negaron a utilizar el término rendición para medir el nivel de lo que exigirían a ETA? ¿Dónde cuando se otorgaron terceros grados? ¿Y cuándo nos dijeron que la democracia sabría ser generosa con los criminales?. Estaban exactamente donde hoy. O por mejor decirlo, con los mismos que hoy. Entonces coadyuvando al tanto político del Gobierno Aznar. Hoy, en una extraña coalición de intereses con los verdugos, en una denodada lucha por dejar al Gobierno Zapatero a los pies de los caballos para que ETA lo remate.

Ya estaba en el mismo frente en los primeros noventa, cuando no había ni tregua, ni alto el fuego, ni negociación ni nada que se le pareciera, cuando se detuvo a la cúpula etarra en Bidart -el auténtico principio del fin de ETA a juicio de los expertos- y la AVT desataba sus campañas contra el Gobierno socialista a cuenta de las subvenciones. Igual que hoy, la agresividad de la AVT con el Gobierno del PSOE ocupaba su casilla en el tablero de la eterna partida de la derecha contra los planes de la izquierda para deshacer España, aunque entonces el interlocutor fuese Jordi Pujol y no Josu Ternera. Pero lo mismo dá.

Eso sí, mientras un demudado Belloch exhibía impotente ante las cámaras fotos de un terrorista llamado Bienzobas Arretxe, todavía con sangre de Tomás y Valiente en sus zapatos y diciendo ha sido éste, ha sido este, Aznar, la AVT y los mismos dinamiteros de siempre se situaron a la cabeza de la primera gran manifestación de manos blancas, dirigiéndola contra la debilidad del Gobierno frente a ETA y cargándole la responsabilidad política de sus crímenes.

Hoy hace tres años que ETA no dispara. Pero ayer mismo escuché a Alcaraz afirmar, a las puertas del juicio por el asesinato de Miguel Ángel Blanco, que el Gobierno es un títere en manos de ETA, y es de las cosas suaves que dice.

Si el concejal de Ermua hubiera padecido su calvario bajo un Gobierno del PSOE, no tengo duda de que los Alcaraces se le hubieran echado encima hiciera lo que hiciese. Por eso, de mi bolsillo, ni un puto duro.